A quién le damos la bienvenida

July 20th,2017 Categories: Latest News
Amada iglesia,
Este pasado domingo celebramos la vida de nuestra amada Ima Jean Kidd. Lo que más me impresionó, mientras recordábamos su vida y ministerio, fue su sentido de hospitalidad. Darle la bienvenida a quien nos visita es uno de los aspectos de la iglesia que más satisfacción producen y, a la vez, puede resultar en lo más difícil.

Cuando nos preparamos para darle la bienvenida a alguien en la iglesia, por lo general, pensamos en tener quién le salude, le abra las puertas y le entregue el programa de adoración. Esas personas son importantes. Son las personas que la o el visitante ve cuando llega por primera vez a la iglesia. Sin embargo, lo que pasa después puede representar una tarea más difícil. Queremos que las personas se sientan bienvenidas y se conviertan en miembros activos de la iglesia. Pero, ¿verdaderamente le damos la bienvenida? El acto de darle la bienvenida a alguien a la comunidad tiene su propia dinámica de poder. Pone de manifiesto quién está adentro y quién está afuera. El reto de darle la bienvenida a alguien quien nos visita por primera vez es estar lista o listo al cambio. Darle la bienvenida a alguien nueva o nuevo significa que la comunidad se fortalece en honrar y celebrar la multiplicidad de identidades. A su vez, también significa que esta persona necesita que se le valore en su totalidad y que goza del mismo reconocimiento de alguien con una membresía de toda la vida. Al darle la bienvenida, también descubrimos un sentido de totalidad. No obstante, como vemos en el pasaje bíblico, la satisfacción de la verdadera hospitalidad va más allá de solo sus miembros.

Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí recibe al que me envió.  Cualquiera que recibe a un profeta por tratarse de un profeta recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo por tratarse de un justo recibirá recompensa de justo. Y quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por tratarse de uno de mis discípulos, les aseguro que no perderá su recompensa».

Jesús nos acuerda que cuando le damos la bienvenida a alguien, recibimos a Dios. No importa su idioma, su cultura, o su expresión de género, darle la bienvenida al forastero quiere decir acoger a Dios. Este pasaje también nos evoca que necesitamos ser intencionales cuando extendemos una bienvenida. Jesús identifica a grupos específicos de personas y les indica a sus seguidores cómo han de recibir a cada una de estas. Esto tiene vigencia en el día de hoy. Tenemos que ser intencionales en cómo las recibimos. Extenderle una bienvenida radical a quien nos visita por primera vez representa un acto de justicia. Cuando les recibimos les dejamos saber que las reconocemos. Les dejamos saber que tú ves a Dios reflejado en ellas y ellos.

Oramos para que podamos en esta semana ofrecer una hospitalidad que sea radical. Ver, abrazar y honrar al extranjero es lo mismo que ver la persona de Dios en él o ella. Oramos para que podamos reconocer que cuando abrimos las puertas al foráneo, le damos la bienvenida a Dios en medio nuestro.

Amén,

La Rvda. Stephanie Kendell